TUZOS RAJONES
Quizá a nadie le interese. Ni siquiera sé por qué escribiré algo que me interesa tanto como la repostería francesa en el siglo XVIII; o sea, nada.
Antes quiero aclararles que me van a conocer en mi faceta amargada. De hecho, casi todo el tiempo estoy así. Cuando no estoy feliz, estoy amargado.
Bueno, ahí les va. Como algunos de ustedes sabrán, mi equipo de fútbol favorito son los Tuzos del Pachuca. No soy tan fanático como el Amenazza y su amor por las Águilas del América, ni tampoco como Lilith, Egotr… ¡Perdón!, Prometeo, y Karina apasionados seguidores de los Pumas.
Mi fanatismo no llega a tanto. Soy un villamelón que casi nunca ve los juegos. En verdad, el fútbol mexicano (al igual que la mayoría del rock ídem) me da una hueva profunda. Nuestro fútbol es un buen antídoto para combatir el insomnio.
En realidad simpatizo con los Tuzos por su espíritu combativo y luchador. También porque un tiempo viví en Pachuca, “La Bella Airosa”. Allí también vive mi hermano quien es Tuzo de corazón. Me tocó ver la alegría del noble pueblo pachuquense salir a las calles a festejar el ascenso del equipo a la Primera División, luego de años de llegar a la final, siendo muchas veces superlíder y fracasar en la final. Aparte me gusta esa combinación de azul subido y blanco. El color azul es mi color preferido. Ese color está más chido y más profundísimo que el amarillo jotolón del Morelia, los Tigres, el América. O que el rojo naco de las Chivas, Toluca, Veracruz y del Necaxa. O ese ridículo rojiblanco cuadriculado de los Tecos. Aunque me tachen de antipatriota, aborrezco el color verde de la selección, nunca me pondría ese uniforme horroroso. La verdad, los uniformes que más me gustan son el de los Pumas, Cruz Azul, Monterrey y los Tuzos.
Por si fuera poco, Pachuca es la cuna del fútbol mexicano, me gustan los pastes (de arroz con leche y de piña) y tengo una tía en Pachuca.
Mi idea no era hablar de los uniformes, sólo comentarles que los Tuzos vendrían este miércoles pasado a Reynosa a jugar un partido amistoso contra los Rayos del Necaxa. Así como la ven, los Tuzos tienen su séquito de seguidores pachuqueños exiliados en estas tierras norteñas. Y los del Necaxa, aunque no lo crean tienen dos que tres ingenuos y despistados seguidores, no crean que Ernesto Zedillo alías el “Duende Bubulín” es su único seguidor.
Pues bien, iba tranquilamente en una pesera pensando en un homenaje a las Madres, cuando en el periódico de una persona que estaba delante de mí, vi el titular de la sección deportiva: “TUZOS RAJONES”, y abajo: “De última hora anuncian que no vendrán a Reynosa”. Me sentí decepcionado.
Pero después recapacitando, la neta es que me dio igual. Ni me interesa. Nunca he tomado el fútbol tan en serio, con tanto apasionamiento.
No como los idiotas que se la pasan llenando quinielas y nunca le atinan, ni tampoco como los que su mayor anhelo es que llegue el sábado y el domingo, y ponerse a ver un aburrido partido por televisión, ni mucho menos los que pagan por entrar a un estadio y se ponen a gritar como imbéciles durante todo el juego, que vociferan, se enojan, sufren, se pelean, se visten ridículamente, con capas y máscaras de luchadores, sombreros grotescos, pintarrajeados de la cara, otros enseñando su panzota por televisión, todos sudados, apretados, apestosos a cerveza…Con lo que odio el ruido y el escándalo. No, nunca me apasionaré a ese grado estupidizante.
En ese plan de amargado, concuerdo con lo que expresó alguna vez el Master, el Teacher, el Sensei, el Maese, el Chamán, el Guía, el Maestro Alejandro Jodorowsky: “Los hombres sólo piensan en fútbol. ¡Chingue a su madre Maradona y chingue a su madre Pelé! El fútbol es un equipo de 22 putos pegándole a un testículo blanco. Yo no creo en eso, no tengo porque alabarlo, odio totalmente el fútbol, lo odio a muerte”.
Y es que pensándolo bien, ¿Qué aporta el fútbol a la vida? Por ejemplo un médico salva vidas, un bombero apaga incendios, un científico busca curas para enfermedades como el cáncer o el sida, un barrendero limpia las calles, un inventor anda en busca de ideas para mejorar el mundo, un chofer nos lleva a nuestros trabajos o escuelas, un maestro enseña a los niños sabiduría, un político guía sabiamente a las masas hacía la prosperidad (¡Es broma!), un historiador se preocupa en recabar datos para que quede de ello constancia para la posteridad, un astronauta descubre nuevos mundos, un músico nos deleita con su música, un payaso nos hace reír… pero, ¿un futbolista? No hace nada, más que correr por un campo y pegarle a un balón, eso lo hace hasta mi abuelita.
Es un trabajo inútil, como dijo Noel Gallagher acerca de los productores de discos y los bateristas: “El trabajo de un productor cualquiera lo puede hacer, sólo sentarse a escuchar el trabajo de otros” y “ Ser baterista es lo más fácil del mundo, sólo basta sentarse y pegarle a los tambores. Eso lo puede hacer hasta un chango” Sí, ya se que no tiene que ver con el tema, pero lo tenía que sacar, para que vean que hay trabajos inútiles, la gente los alaba y les paga por eso.
La verdad es que es humillante eso de ser futbolista. Los tratan como ganado y mercancía. A mí me daría vergüenza traer un uniforme lleno de logotipos de Corona, Lala, Victoria, Coca Cola… Los futbolistas deberían de rebelarse contra eso. Deberían de jugar en el equipo que ellos quieran y no andar cambiando de equipo cada temporada. No, esto ya no es lo mismo de antes.
Ya me desahogué.
Bueno, mi odio no llega a tanto. Aunque sé que muchos se amargarán al leer esto.
No se agüiten batos. Hey tú, morrita, aliviánese mija, no se agüite por ser fea. Mejor láncense en corto, en caliente por unas vironguitas bien heladas pa’ ponernos a pistear. Órale primo, no me tire a Lucas y saque el asador y póngase a asar el pollo, las papas y la fajita. Yo sacaré la tele porque ya va a empezar el mundial, y esto no me lo pierdo por nada del mundo.
Vamos todos agarraditos de la mano. Pónganse la (ridícula) verde. Apoyemos a nuestros heroicos y conmovedores “ratones verdes”.
Hey, más les vale que no me tiren a león.
¡Al mundial, vamos todos al mundial!
Quizá a nadie le interese. Ni siquiera sé por qué escribiré algo que me interesa tanto como la repostería francesa en el siglo XVIII; o sea, nada.
Antes quiero aclararles que me van a conocer en mi faceta amargada. De hecho, casi todo el tiempo estoy así. Cuando no estoy feliz, estoy amargado.
Bueno, ahí les va. Como algunos de ustedes sabrán, mi equipo de fútbol favorito son los Tuzos del Pachuca. No soy tan fanático como el Amenazza y su amor por las Águilas del América, ni tampoco como Lilith, Egotr… ¡Perdón!, Prometeo, y Karina apasionados seguidores de los Pumas.
Mi fanatismo no llega a tanto. Soy un villamelón que casi nunca ve los juegos. En verdad, el fútbol mexicano (al igual que la mayoría del rock ídem) me da una hueva profunda. Nuestro fútbol es un buen antídoto para combatir el insomnio.
En realidad simpatizo con los Tuzos por su espíritu combativo y luchador. También porque un tiempo viví en Pachuca, “La Bella Airosa”. Allí también vive mi hermano quien es Tuzo de corazón. Me tocó ver la alegría del noble pueblo pachuquense salir a las calles a festejar el ascenso del equipo a la Primera División, luego de años de llegar a la final, siendo muchas veces superlíder y fracasar en la final. Aparte me gusta esa combinación de azul subido y blanco. El color azul es mi color preferido. Ese color está más chido y más profundísimo que el amarillo jotolón del Morelia, los Tigres, el América. O que el rojo naco de las Chivas, Toluca, Veracruz y del Necaxa. O ese ridículo rojiblanco cuadriculado de los Tecos. Aunque me tachen de antipatriota, aborrezco el color verde de la selección, nunca me pondría ese uniforme horroroso. La verdad, los uniformes que más me gustan son el de los Pumas, Cruz Azul, Monterrey y los Tuzos.
Por si fuera poco, Pachuca es la cuna del fútbol mexicano, me gustan los pastes (de arroz con leche y de piña) y tengo una tía en Pachuca.
Mi idea no era hablar de los uniformes, sólo comentarles que los Tuzos vendrían este miércoles pasado a Reynosa a jugar un partido amistoso contra los Rayos del Necaxa. Así como la ven, los Tuzos tienen su séquito de seguidores pachuqueños exiliados en estas tierras norteñas. Y los del Necaxa, aunque no lo crean tienen dos que tres ingenuos y despistados seguidores, no crean que Ernesto Zedillo alías el “Duende Bubulín” es su único seguidor.
Pues bien, iba tranquilamente en una pesera pensando en un homenaje a las Madres, cuando en el periódico de una persona que estaba delante de mí, vi el titular de la sección deportiva: “TUZOS RAJONES”, y abajo: “De última hora anuncian que no vendrán a Reynosa”. Me sentí decepcionado.
Pero después recapacitando, la neta es que me dio igual. Ni me interesa. Nunca he tomado el fútbol tan en serio, con tanto apasionamiento.
No como los idiotas que se la pasan llenando quinielas y nunca le atinan, ni tampoco como los que su mayor anhelo es que llegue el sábado y el domingo, y ponerse a ver un aburrido partido por televisión, ni mucho menos los que pagan por entrar a un estadio y se ponen a gritar como imbéciles durante todo el juego, que vociferan, se enojan, sufren, se pelean, se visten ridículamente, con capas y máscaras de luchadores, sombreros grotescos, pintarrajeados de la cara, otros enseñando su panzota por televisión, todos sudados, apretados, apestosos a cerveza…Con lo que odio el ruido y el escándalo. No, nunca me apasionaré a ese grado estupidizante.
En ese plan de amargado, concuerdo con lo que expresó alguna vez el Master, el Teacher, el Sensei, el Maese, el Chamán, el Guía, el Maestro Alejandro Jodorowsky: “Los hombres sólo piensan en fútbol. ¡Chingue a su madre Maradona y chingue a su madre Pelé! El fútbol es un equipo de 22 putos pegándole a un testículo blanco. Yo no creo en eso, no tengo porque alabarlo, odio totalmente el fútbol, lo odio a muerte”.
Y es que pensándolo bien, ¿Qué aporta el fútbol a la vida? Por ejemplo un médico salva vidas, un bombero apaga incendios, un científico busca curas para enfermedades como el cáncer o el sida, un barrendero limpia las calles, un inventor anda en busca de ideas para mejorar el mundo, un chofer nos lleva a nuestros trabajos o escuelas, un maestro enseña a los niños sabiduría, un político guía sabiamente a las masas hacía la prosperidad (¡Es broma!), un historiador se preocupa en recabar datos para que quede de ello constancia para la posteridad, un astronauta descubre nuevos mundos, un músico nos deleita con su música, un payaso nos hace reír… pero, ¿un futbolista? No hace nada, más que correr por un campo y pegarle a un balón, eso lo hace hasta mi abuelita.
Es un trabajo inútil, como dijo Noel Gallagher acerca de los productores de discos y los bateristas: “El trabajo de un productor cualquiera lo puede hacer, sólo sentarse a escuchar el trabajo de otros” y “ Ser baterista es lo más fácil del mundo, sólo basta sentarse y pegarle a los tambores. Eso lo puede hacer hasta un chango” Sí, ya se que no tiene que ver con el tema, pero lo tenía que sacar, para que vean que hay trabajos inútiles, la gente los alaba y les paga por eso.
La verdad es que es humillante eso de ser futbolista. Los tratan como ganado y mercancía. A mí me daría vergüenza traer un uniforme lleno de logotipos de Corona, Lala, Victoria, Coca Cola… Los futbolistas deberían de rebelarse contra eso. Deberían de jugar en el equipo que ellos quieran y no andar cambiando de equipo cada temporada. No, esto ya no es lo mismo de antes.
Ya me desahogué.
Bueno, mi odio no llega a tanto. Aunque sé que muchos se amargarán al leer esto.
No se agüiten batos. Hey tú, morrita, aliviánese mija, no se agüite por ser fea. Mejor láncense en corto, en caliente por unas vironguitas bien heladas pa’ ponernos a pistear. Órale primo, no me tire a Lucas y saque el asador y póngase a asar el pollo, las papas y la fajita. Yo sacaré la tele porque ya va a empezar el mundial, y esto no me lo pierdo por nada del mundo.
Vamos todos agarraditos de la mano. Pónganse la (ridícula) verde. Apoyemos a nuestros heroicos y conmovedores “ratones verdes”.
Hey, más les vale que no me tiren a león.
¡Al mundial, vamos todos al mundial!