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miércoles, abril 05, 2006

CRÓNICA DE UN SUICIDIO FRUSTRADO


A la memoria de Kurt Donald Cobain (20 de febrero 1967-25 de abril de 1994)





DESDE LOS LODOSOS BANCOS DEL RIO BRAVO. FRONTERA MÉXICO-USA

Reynosa, Tamps. México. 27 de mayo del 2003.

Ese día, ese gris día de mayo, me levantaba de mi cama como de costumbre, excepto que ese día había desprogramado el reproductor de discos compactos que me despertaba a las 8:00 AM con singular alegría con la festiva, alegre, activa y ruidosa canción de Los Beatles “Good Morning, Good Morning” (con todo gallo y demás fauna incluida) sustituyéndola por la tristemente luminosa “Perfect Day” de Lou Reed.

En efecto, era un día perfecto... perfecto para decir good bye cruel world a este planeta en polución y decadencia. Era un día perfecto para morir.

Era un martes de horror, como la canción de los Tres. Mientras pisaba flores secas en mi camino a la orilla del Río Bravo que divide al primer mundo del tercero, que impedía mi paso hacía los Estados Unidos, pero en cambio sería mi pasaporte y transporte hacía la eternidad... hacía la inmortalidad... hacía la libertad de espíritu que años atrás mi alma deseaba. Caminaba llorando, mientras a mi mente suicida venían en tropel imágenes de mí siempre derrotada y frustrada vida.

Lo había planeado perfectamente, para que ese día martes 27 de mayo del 2003, día en que cumplía 27 años, abandonara este mundo que nada me había ofrecido y nada bueno tenía por ofrecerme en un futuro oscuro e incierto. Ya estaba harto de sufrir, de ser un perdedor, de nunca alcanzar mi sueño de querer ser escritor, de querer ser un rock n’ roll star, así que decidí unirme al selecto CLUB DE MUERTOS DE LOS 27 AÑOS, en donde entre otros se encuentra mi amada Jonis Joplin, mi siempre admirado Brian Jones, el enigmático Robert Jonhson, el gran Jim Morrison, Jimi Hendrix, y sobre todo... el último líder contracultural de nuestro tiempo...Kurt Cobain.
Estaba completamente decidido y obsesionado con mí idea de morir a los 27.
Era una obsesión que me perseguía desde que mi alma y mi corazón habían sido entregados en acto de fe a esa música que se llama rock. Era una obsesión acentuada por el modo de vida vacía en el pasado. El presente tenebroso en el que vivía, y un futuro desconcertante, aterrador que me llenaba de un miedo intenso que no quería sentir.

Lo tenía preparado, mi muerte sería diferente a la de ellos. Así que me dirigí a la orilla lodosa de las traicioneras corrientes del Río Bravo para aventarme a ellas y morir ahogado. Quizá algunos objetarán que estando en el agua, intentaría nadar y salvarme, pero no, yo no sé nadar (no se rían); aparte llevaba ropa pesada y unas botas Martens roqueras, y lo peor, un walkman con mi soundtrack de la muerte que al hacer contacto con el agua haría que me electrocutara. En realidad no había forma de evadir mi muerte.

Seguí caminando y llegué a un pequeño barranco, me senté en el lodo y prendí mi walkman. Un viento frío rozó mi cuerpo e hizo que se estremeciera todo mi ser.

Así como me dirigía sin ningún sentido por la orilla, así era mi vida, sin ninguna dirección o meta hacía donde ir, excepto a un lugar fuera de este mundo al que yo ya no pertenecía.
Empecé a deambular por un caminito, entre basura, nopales, árboles secos, perros y gatos muertos, mientras mi soundtrack iniciaba con la música depresiva de Creep de Radiohead. Al escucharla pensé en la chica que nunca, nunca sería mía, en lo que yo anhelaba ser pero nunca llegaría a serlo, y en mi triste existencia como el pobre freak, anormal, raro, loser, creep y weirdo que era y soy.

El olor del perro muerto entraba en mi nariz y penetraba en mi cerebro acompañado de la de “Smells like teen spirit” de Nirvana, y en efecto, había abandonado mi aspecto personal, andaba todo sucio, greñudo, despeinado, todo sucio, con una barba descuidada, y además apestaba pues tenía dos semanas sin bañarme.

En el momento en que oía “I´m a loser” primero a Beck y luego a los Beatles, el cielo nublado se empezó a oscurecer y como en las caricaturas de la Pantera Rosa, una nube negra se posó sobre mi cabeza. Mientras lloraba miraba al cielo, en busca de Dios, no reclamándole, sino pidiéndole compasión, compresión, sobre lo que iba a hacer. Apagué entonces mi walkman y empecé a cantar “Rain down, rain down, come on, rain down on me… from a great height … from a greeeeeeeeeeeaaaaaaaaaaattttttttt….” Y efectivamente, God Loves His children, porque como si fuera un ritual indio, la lluvia empezó a caer sobre mí. Quizá eran las lágrimas de Dios llorando por un hijo descarriado que estaba harto de ver como se comercializa la fe, que había perdido su religión, no la fe, sino su religión o denominación. (Nota: Para los que no sepan, soy cristiano de denominación bautista, pero estoy fuera del carril, no por culpa de Dios, sino de las instituciones, pero quizá la culpa sea sólo mía. Así es amigos, aunque no quieran creerlo, soy un roquero cristiano).
Prendí de nuevo el walkman y R.E.M. en la voz de Michael Stipe cantaba “Losing my religion”.
La lluvia, aunque poca, caía incesante mientras el cassette reproducía las notas de “Suicide Solution” de Ozzy Osbourne, “Fallo Suicida” de Tendencial Suicides y “Highway to hell” de AC/DC.
Hacía allá me dirigía en mi loca carrera, buscando una señal que parara el inevitable correr de los segundos hacía mi nuevo destino, hacía mi nueva vida.

Cada vez me ponía más triste y depresivo, cada vez lloraba más, primero con “Don’t fear the reaper” del Culto de la Ostra Azul, y “Heroin” del Terciopelo Subterráneo.
La desesperación, mi sangre corriendo densamente por mis venas como plomo, mi alma desfalleciendo, mi cuerpo sudando frío y temblando, los recuerdos atormentándome llegaron al clímax con “La fuga de Rubén” de La Barranca, mientras entonaba “Ay claridad, ¿cuándo iluminas, mis noches sin días cuando iluminas?...debajo del puente, la quietud, la quietud y en esta orilla demonios danzando...” Demonios son lo que imagino haber visto, unos extraños seres que se reían de mí y me invitaban a dejarme caer “Sólo déjate caer... el viento ya no sopla, la boca bien cerrada, amárrate los pies, piensa en tu madre y déjate caer.”

Pero no, no les hice caso, no al menos hasta que escuchara todas las canciones, y así lentamente desfilaron “Viernes 3 AM” de Charly García, y “Sister Midnight” del álbum “The Idiot”de Iggy Pop, una de las canciones con la cual el gran Ian Curtis de Joy División escogió para quitarse la vida.

Después de eso, no sé si me vayan a creer, no sé si crean las extrañas cosas, tal vez se asombren; y la verdad, creo que fue Dios el que hizo que pusiera una canción luminosa, fuera de lugar en ese soundtrack, la canción número 15 “Fake Plastic Trees” de Radiohead. Me gusta mucho esa canción y ese fue mi error y mi salvación.
Cuando corría la canción, el cielo se fue despejando y el sol empezaba a brillar en su esplendor; mientras tanto, con mi afán suicida me encontré con un árbol de navidad de plástico tirado con todo y foquitos y esferas rotas. Allí sobre él, había una mariposa intentando salir de una telaraña. Siempre que puedo me gusta ayudar a los animales, primero miré que no hubiera ninguna araña. No la había, era una telaraña abandonada. Después de tanto luchar, la mariposa no conseguía librarse de esa trampa, así que con cuidado la saqué de ahí y empezó a revolotear alegremente cuando sintió la libertad del aire. Mientras la veía como volaba feliz por seguir con vida, en el cielo aparecía un arco iris perfecto, tan hermoso, tan beautiful que mi mente se apartó por unos instantes de mis negros pensamientos y pude verme llorando y sonriendo al mismo tiempo.

Todavía faltaba “Nice Dream” de Radiohead y la última, “Good Bye Cruel World” de Pink Floyd, pero ese instante de iluminación tan hermoso me hizo cambiar de idea y seguir luchando por vivir.
Estaban los primeros acordes de “Nice Dream”, cuando decidí quitarme los Walkman y tirarlos con todo y cassette al río; se hundieron en el fondo lodoso y mis ideas de suicidarme fueron arrastradas lejos al Océano Atlántico.
Decidí alejarme de ese lugar y comenzar una nueva vida. Me bañé y me arreglé y ahora estoy aquí.
Creo que cada cual es libre de decidir su existencia, se necesita de mucha valentía para quitarse la vida, pero es más valentía decidir seguir viviendo.

Kurt. Independientemente de tu vida, de tus acciones, decisiones, de tu actitud y de tu decisión de no querer seguir viviendo aquí, realmente eso no importa, sino tu obra, el legado que nos dejaste para que lo disfrutemos y nos azotemos.

...Y Thom Yorke, gracias por escribir “Fake Plastic Trees” esa canción que me salvó la vida.

...Y Dios, gracias por inspirar a estos hombres y por darme una oportunidad de reivindicarme.

...Y a Tí, gracias por tomarte el tiempo de leerme.

25 de abril de 2004.

NOTA: Esta historia es verídica y lo viví en carne propia hace dos años cuando quize suicidarme al cumplir los 27 años. Todo esto lo escribí el año pasado en el aniversario del ser que me inspiró a suicidarme. Kurt Cobain. Ahora tengo 29 años, voy a los 30. Mi vida sigue igual de patetica, pero al menos ya tiene un hilo conductor, un sentido por el cual vivir y existir. Y en realidad, cada quien vive como quiere. Si te gusta revolcarte en el lodo y lamentarte, es porque así te gusta vivir. En esta vida cruel, lo peor que uno puede hacer es lamentarse. Es duro decirlo, pero la vida se hizo para los que quiren vivirla. Bueno, adios, ya no los deprimo.