Un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Por más que intento dormir me es imposible hacerlo. Mañana es tu aniversario y sé que mis días están contados. No tengo nada que perder. Quiero darte algo grande, algo de lo que si estuvieras vivo estarías orgulloso de mí. Tengo que levantarme, mi cuerpo pide acción, así que me levanto de mi cama.
Me visto y me dirijo al reproductor de dvd. Pongo mí película favorita para inspirarme. Digo, no puedes salir a la calle sin un poco de inspiración. Y es que aunque soy un fan confeso de tu obra querido Kubrick, sólo hay una película que es mi razón de vivir, que guía mis pensamientos más perversos, mis anhelos no cumplidos, el dark side of my life.
Antes de poner Naranja Mecánica, me dirijo al botiquín y tomo una botella que dice Moloko, mi leche rusa. Me la tomo toda de un solo jalón. Mi cabeza empieza a dar vueltas, siento que me transformo en otra persona que no soy yo. Me siento grande, me siento feliz. Tengo ganas de gritar, de cantar, de bailar, de salir y correr.
Pero me aguanto, antes tengo que ver Naranja Mecánica. Me tiro al sillón y empiezo a ver completa la fuente de mi inspiración.
La paro antes de terminar. No puedo soportar ver a Alex someterse al experimento Ludoviko. No quiero llorar, al menos no por ahora. Tomo una navaja y empiezo a cortar mi brazo izquierdo y con ella escribo ALEX, mi nuevo nombre. Adiós Jesús Antonio Hamlet, bienvenido Alex.
Después de esta acción, me cuelgo una pequeña mochila al hombro y salgo de mi casa. Todo esta oscuro, no hay nadie en la calle. Ideal para mí. Enfrente de mi casa está la residencia de un tipo millonario. La esta construyendo y en la mañana unos albañiles estaban blanqueando las paredes de la barda. Todo impecable que hasta asco me da. No hay vigilancia, así que fácilmente me meto. Saco una lata de spray azul y me voy hasta el fondo y empiezo a rayar toda su maldita propiedad. Rompo unos cristales y adentro me meo en unos muebles. Agujero los bultos de cementos, unos 10. ¡Maldita sea! Ya me ensucié.
Por último, llego a la barda y me apetece dejarle un mensaje al maldito hijo de puta. Saco el spray y rayo la pared: “¡Muere maldito cerdo apestoso!”
Me encamino al centro. Putas, limpiaparabrisas todos drogados, jodidos que viven abajo del puente, policías corruptos con cara de pendejos, la fauna nocturna que habita esta ciudad. Que ni se atrevan a acercarse a mí, soy demasiado peligroso bajo la influencia del Moloko. Soy poderoso, invulnerable, intocable, puedo volar.
Llego a una plaza y en un rincón acurrucado con una guitarra negra y toda jodida me encuentro a un pordiosero que la abraza. El hombre esta despierto y me doy cuenta por un letrero a su lado que es ciego. Maldita escoria, tengo que hacer algo. Me aproximo a él y lo saludo amablemente. El contesta el saludo e intenta hacerme plática. Imagina que soy uno de los últimos parroquianos que salen de las cantinas de alrededor. Entra en confianza y me dice que le gusta el blues. Le pido una canción. Me sorprende su amplio conocimiento bluesero. Así que toma su guitarra y en un inglés guarro y aguardentoso empieza a cantar:
"Early this morning when you knocked upon my door.
Early this morning when you knocked upon my door.
And I said "Hello Satan I believe it's time to go"
Es “Me and the Devil Blues” de Robert Johnnson. El ciego la canta desesperadamente y con una pasión desbordada. Canta tan profundamente que me conmueve.
"You may bury my body down by the highway side.
You may bury my body down by the highway side.
So my old evil spirit can get a Greyhound bus and ride".
Termina de cantar con una sonrisa en sus labios. No sé que hacer. Le doy doscientos pesos y se alegra. Lástima que no le servirán de nada. Le comento que toco la guitarra. Me la presta. Me da asco esa guitarra, pero aún así la tomo y empiezo a tocar un blues de Real de Catorce:
"Voy a morir... muy firme entre tus piernas.
Voy a morir... de una muerte turbia y perversa,
Pero antes dime...
¿Por qué Jesús perdió la fe?
Voy a morir... dolido de adicciones.
Voy a morir... fumando hierba buena,
Pero antes dime...
¿Por qué Jesús no regresó?
Voy a morir... afuera de tu Iglesia.
Cargaré con mi cruz
Mientras rezas por tu bien,
Pero antes dime...
¿Qué harías si yo fuera él?
Voy a morir... de una muerte violenta.
Voy a morir... según como viví,
Pero antes de irme, dime
¿Por qué Jesús sufrió de sed?
Voy a morir... al fuego de tu hoguera.
Cargaré con tu cruz
Mientras rezas por tu bien,
Pero antes dime...
¿Qué harías si yo fuera él? "
Al terminar esta última frase, tomo la guitarra y se la estrello al ciego en su inmunda cara. Empieza a gritar, no hay nadie, así que lo empiezo a patear mientras me pide piedad. No soporto sus malditos gritos. Lo pateo hasta desfigurarle la cara. Lo dejo ahí tirado y me alejo carcajeando. Saco una botella de Jack Daniels que me robe previamente en el depósito de la esquina de mi casa. Echo un gran trago y me alejo cantando:
"Eres un pequeño borracho soñador
Vagando en la ciudad, como un virrey,
Cargas tus venas de coca y crack y gritas:
“¡Amigos: soy una pluma fuente!”
...en una jaula de papel. "
Llego a mi casa y todo está tranquilo, ya está pronto a amanecer. Pero esto no ha terminado.
Me duermo un rato, y me despierto como a las doce. Tomo de nuevo mi leche Moloko y siento de nuevo los efectos superpoderosos. Tomo un pasamontañas como el del idiota del subcomandante Marcos. Al salir veo una patrulla, los albañiles haciendo su trabajo de nuevo y al dueño de la casa enojado, hablando por el celular. Pobre imbecil de mierda.
Camino sin rumbo fijo, y estacionado frente a un solar baldío veo un Mustang Shelby de 1967. Color anaranjado. Veo al dueño, un ruco como de unos 50 años, alto, muy bien vestido y parecido. El carro trae placas de Texas. Ha de ser un pocho o algo así.
El viejo sale del carro y deja las ventanas abiertas. Grave error. Prepárate para tu pesadilla. Se mete a la tienda de la esquina. Saco mi navaja y rayo la pintura de la puerta derecha. Abro la puerta y me coloco en el asiento de atrás. Me pongo el pasamontañas y saco una mágnum que obviamente también es robada en mi anterior correría. Pasan unos diez minutos y por fin veo al ruco acercarse. Viene contento. Abre la puerta y se sienta. No alcanzo a ver que hace. Me espero antes de atacarlo. Me levanto un poco y veo que esta aspirando algo. Polvo, coca. Maldito drogadicto. Me levanto, le doy un zape tan duro que el idiota tira todo su preciado tesoro. ¡Sorpresa! Mira hacía atrás sorprendido. Otro error, le rocío sus ojos con pintura. Empieza a gritar y a pedir auxilio. Rápidamente le doy un golpe con la pistola. Procedo a atarlo. Tomo las llaves y me dirijo a mi casa. La policía ya no está allí.
Saco al viejo y lo meto a mi casa. Empieza a gritar, a preguntar que quiero. Ofrece darme dinero, lo que quiera. Después me amenaza, que no sabe con quien me meto. Amenazo con dispararle. Se calla. Hago que se siente y lo ato muy fuerte para que no se desate. Lo cubro con cinta adhesiva, una gris que me robe de la fábrica. Es imposible que se desate. Le pongo un trapo en la boca para que no grite, y luego lo mejor. Tomo mi discman y le coloco los audífonos en sus oídos. Amarrados para que no se le caigan. El discman con el adaptador de corriente para que no se acaben las pilas, pues voy a salir y no sé cuanto tiempo estaré fuera. Ahora sólo falta escoger el soundtrack de su tortura. Pienso en varios nombres. Es algo difícil, pero al fin opto por una canción, una sola canción que no sé que tenga, pero me gusta como para torturar. Sé que hay canciones mejores, pero está tiene un ritmo frenético, esquizofrénico, y ese ritmo que sube y baja como una corriente eléctrica son ideales para mi propósito. Es una sola canción, la cual pongo en repeat. La cantante se llama Björk, el álbum Homogenic y la canción, que no sé que hace en ese álbum tan hermoso se llama Pluto. Pongo el disco, play y le subo todo el volumen.
El ruco empieza a moverse y a abrir sus ojos desorbitadamente. Le doy un golpe y por último le pongo una manta en su cabeza.
Necesito inspiración antes de salir. Más música, no puedo vivir sin esa droga. Más Moloko, más Jack Daniels. Pongo los discos Raw Power y el Fun House de Iggy Pop; el Achtung Baby de U2, el Low de David Bowie y por último el Berlin de Lou Reed. No sé, pero Berlín, la ciudad tiene un aura mágica que hace producir discos fenomenales.
Tomo las llaves y me dirijo a toda velocidad al centro de la ciudad. 140 kilómetros por hora, pasándome semáforos y sintiéndome Nicolas Cage en 60 segundos. Pongo en el reproductor del Mustang un disco esquizofrénico, The Downward Spiral y la canción que pongo es March of the Pigs. Una sirena suena, veo por el espejo retrovisor una fila de tránsitos. Esto se pone divertido. Me piden que me detenga. Ni madres. Nunca me alcanzaran los hijos de puta. Así que me enfilo al centro a toda velocidad por el Boulevard Hidalgo.
El tren, oigo el pitido del tren. Mi salvación y mi pasaporte fuera de este mundo. Cruzo rápidamente el puente de la calle San Luis Potosí, pasándome el semáforo. Tengo que ganarle al tren, pero al mismo tiempo debo de ser lo suficientemente lento para que en próximo cruce pase solamente yo y los tránsitos se queden del otro lado. Ya casi llega el maldito tren, un tren con más de 100 vagones. Tengo que ganarle. Ya casi. Maldita pesera quitate, maldito animal. Atropello a un perro, lástima que el anciano apestoso se haya apurado a cruzar si no también me lo llevo. Los policías atrás de mí. Ya alcance al tren. Disminuyo velocidad y los tránsitos parecen sonreír, creen que me voy a detener. Faltan metros para el cruce, y si no me apuro a cruzar, si algo sale mal debo despedirme de este mundo antes de tiempo. Ya está. Aumento la velocidad y toda la gente se queda viendo con la boca abierta. Mi adrenalina al máximo y mi corazón latiendo más rápido que la velocidad del Mustang. Los policías con cara de preguntándose ¿Qué hace este pinche loco? A pesar de la velocidad y que todo transcurre en fracciones de segundo, siento que voy en cámara lenta. Pero lo logré, por un pelito y logré cruzar escasos centímetros antes de que el ferrocarril me embistiera terminando mi aventura. Los tránsitos se quedan del otro lado. Tengo el descaro de pararme bajarme del auto y reírme como loco. Los veo y ellos me ven con cara de odio. La gente de este lado se me queda viendo entre sorprendida, divertida y admirada por tal hazaña. Tranquilamente subo a mi auto, cambio el disco y pongo el Pretty Hate Machine de Nine Inch Nails. Sé que debo hacer algo antes de que crucen, debo de salir del centro e irme a un lugar más seguro. Antes me doy un roll por la Prepa Escandón. Muchas perras lagartonas. Una de ellas llama mi atención. Va sola. Está muy buena, toda de negro, su pelo, sus ojos, su maquillaje, sus uñas, sus labios. Parece darketa. Acerco el auto y le hablo. La invito a subir. Se hace del rogar pero no se va. Hago como que me voy y entonces la pinche perra acepta cuando ve mi cartera (que en realidad es del ruco) llena de dólares.
Con la vieja arriba me dirijo hacía el paso a desnivel y me la llevo sin preguntarle por toda la carretera ribereña. No tengo idea hacía adonde me dirijo ni que quiero hacer. Me detengo en una brecha cerca de Cavazos. Le pregunto como se llama. Michelle. Michelle igual que una canción de los Beatles. Me gusta tu nombre. Sonríe y empiezo a cantar Michelle, ma belle these are words that go together well My Michelle. Michelle, ma belle Sont les mots qui vont très bien ensemble Tres bien ensemble. Sé me queda viendo con cara de what? Nos empezamos a besar mientras suena la de Closer. Lástima que tengas que morir nena. Lástima porque me gustas y quisiera hacerte el amor, pero no. Lo único que quiero es hacerte sufrir. Termina la canción. Ella está casi desnuda. Y me pide que quite el disco. Ella lo quita, saca un disco de su bolsa. Me quedo estático, no hago nada para impedirlo. Play y empieza a sonar una canción asquerosa, una de RBD. La pendeja sonríe, tomo la caja del disco. Pirata y una recopilación de porquerías. RBD, la gasolina, Ash ha, Belinda, Moderatto y muchos más. No lo puedo soportar y tiro la caja por la ventana. Ella se enoja y le digo que quite su basura. No quiere. Me enojo, saco el disco y con mi navaja se lo rayo. Me da una cachetada. Bajate maldita perra. No quiere. Entonces ante su negativa no me queda opción de bajarla a la fuerza. Ella grita que no puedo hacerle esto, que no trae dinero, me pide perdón. Le quito su celular de mierda y se lo estrello en el suelo haciéndose añicos. La bajo arrastrándola de sus greñas. Le aviento sus ropas. No soy tan malo como parezco. Arranco el auto y por toda la carretera voy tirando sus cuadernos, sus libros y lapiceros. Como quiera, ya me tenía hasta la madre de sus equis, o seas, ashs, que osos, uff, para nada, nada que ver, padrísimos, y demás palabrejas fresas.
Ahora me dirijo a mi hogar, llego el tiempo de terminar con este jueguito. Sólo espero que el ruco no sé haya muerto y que este lucido para seguir con la tortura.
Al fin llego a mi casa. En el camino me robé otra botella de Jack Daniels, asalté un Seven, y una gasolinera.
Me meto a mi casa. Llego a donde esta el ruco. Le quito la manta y parece que esta inconsciente. Está con los ojos abiertos, y con baba escurriéndole de su boca. Le quito los audífonos y como veo que no se mueve, voy por un balde de agua y se la aviento. El ruco grita y empieza a temblar. Lo desato y sólo lo dejo atado de las manos. Le digo que pronto llegará su final. Lo veo llorando e impotente, con rabia y con miedo en sus ojos. Le ordeno que se suba al auto. No opone resistencia.
Me voy por toda la línea del gas, paso Gigante y me enfilo a Riveras de Rancho Grande. Llego al puente que cruza el canal y doblo a la derecha por toda la orilla del canal. Pura terraceria, la hierba alta, pocas casas, la casi oscuridad de la tarde y la circulación nula de carros, una combinación ideal para la elaboración de mis planes.
Me salgo del camino rumbo hacía el canal apestoso. Ordeno al ruco que se baje. Quito mis preciados discos y los meto a mi mochila. Empiezo a empujar el auto hacía el canal. El ruco grita y me pide que pare. Que el carro vale una fortuna, que no me va a denunciar, que pida lo que quiera que el es muy rico, pero que no lo mate ni que tire el carro. Paro un rato y me carcajeo antes de escupirle un No necesito tu pinche dinero puto rico de mierda. Le doy una patada en la jeta. Empieza a sangrar como marica. Ni siquiera se imagina como va a terminar esto. Nadie sabe ni siquiera yo lo sé.
Al fin, veo como el mustang se hunde en las ciénagas. Te extrañaré amigo mío.
Vuelvo con el viejo y saco mi revolver. Se asusta. Grita y me implora piedad. Dice que no me ha hecho nada, que no me conoce. Le digo que se calle. Le muestro mi revolver. Tienes una probabilidad de vivir por cinco de morir pinche ruco. Doy vuelta al cilindro y le pongo el cañón en la sien. Clic. Te salvaste pinche ruco. Ahora me toca a mí. Giro el cilindro y empiezo a cantar alegremente:
Y llevas el caño a tu sien,
Apretando bien las muelas
Y cierras los ojos y ves
Todo el mar en primavera.
Bang! Bang! Bang!
Hojas muertas que caen
Siempre igual,
Los que no pueden más se van.
El jueguito continúa y por fin como un loco me empiezo a reír. Le muestro al viejo que no tiene balas. Lo paro, saco una bala de verdad. La pongo en mí revolver. Ordeno que se quite la ropa. Ahora, si no corres puto viejo joto, juro que te meto la bala en tu inmundo trasero. El viejo corre despavorido y se cae muchas veces. Yo, recojo mis cosas y sin voltearlo a ver, empiezo caminar.
Llego a la calle principal. Una pesera. Le hago la parada y me siento hasta atrás. Sólo va una pareja que se besan apasionadamente. La música a todo volumen. “Había una vez una pareja que se amaba sinceramente…” Y luego, espantosísimo, Beto Quintanilla torturándome con “Se apellida Villanueva y radica en Monterrey” Puto narco de quinta y musiquete de sexta. Me desespero y me paro. Le digo al chofer que quite esa música. Le doy mi disco de NIN. Se me queda viendo y atrevidamente me dice que me baje, que esa es su pesera y que el pone la música que quiere. Maldito chofer naco. Vas a poner lo que yo te diga hijo de puta. Se detiene. Se para y me empuja, me da un golpe. Respondo con una patada y de un manotazo le tiro su maldito dinero. Intenta sacar una navaja, pero saco mi revolver y le digo que haga lo que le ordene. Asustado hace lo le ordene. A todo volumen suena el Pretty Hate Machine. La pareja se me queda viendo. Eso me desespera, así que ordeno al chofer que se pare, ordeno a la ruca que se baje, le quito todo, su bolsa, su celular, todo, sus zapatos. Sólo queda con su ropa. La bajo a patadas. El novio quiere bajarse pero se lo impido. La vieja llora. Nos vamos. Me bajo en el centro, en la calle Allende y me dirijo hacía el libramiento.
A partir de ahí sucedió algo inexplicable. Perdí la noción del tiempo y del espacio. Estaba como en un sueño. Sentado en una banca escuchaba a un hombre de corbata hablar palabras sabias y conmovedoras.
“Venid a mi todos los que estáis cargados y trabajados que yo os haré descansar” Dice el señor. “Si vuestros pecados fueren como la grama, como la nieve serán emblanquecidos”.
“Hoy es el día aceptable, hoy es el día de salvación” . No hay pecado por muy grande que sea que Dios no te lo pueda perdonar. Ven a Él. Te espera con los brazos abiertos. ¿Sabes acaso que saliendo de aquí seguirás con vida? No desaproveches esta oportunidad. No estás aquí por casualidad. “He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y el conmigo”, El te dice, “El que a mi viene yo no lo echo fuera” ¿Por qué no te acercas a él y le dejas todas tus cargas y pecados?....
Si alguno quiere recibir a Jesucristo como Salvador personal, levante su mano y pase al frente.
Sus palabras me llegan, me conmueven, llorando me levanto de mi asiento. Mi experimento Ludoviko ha llegado. Un coro de negros empieza a cantar:
“I know I’ve got religion.
And I ain’t ashamed to let
Your light from the lighthouse
Shine on me
Angels in the heaven
Done wrote my name
Let your light from the lighthouse
Shine on
Oh let it shine on
Let your light from the lighthouse
Shine on me.”
Estoy al frente. El predicador ora por nosotros y un hombre pequeño de lentes que se parece a Buddy Holly toca una guitarra acústica y canta desgarradamente “Amazing Grace.”
Todo termina, pero mi obra no ha concluido. Me dirijo a ver al predicador quien amablemente me lleva a su oficina. Me empieza a hablar de la Biblia. Le digo que mi vida ya no tiene ningún sentido. El asegura que con Cristo empezaré una vida nueva. Tal vez sea cierto, pero me vida ya está en picada y me será muy difícil estar de nuevo al menos donde estaba. Creo que ya nada vale la pena. Antes de irme, el predicador me detiene y me dice que me tiene un regalo. Una Biblia de piel negra. Me saluda y sonríe. Me regreso y le digo que yo también tengo un regalo para él. Saco mi revolver y le doy un tiro en la cabeza. Salgo llorando sintiéndome una escoria. Mate al que menos se lo merecía, a un buen hombre, un hombre justo que no le hace mal a nadie, que ama a sus semejantes. Perdoné a la puta colegiala, perdoné al ciego quien está así pagando karmicamente toda su disipada juventud, perdoné al pesero naco, perdoné al ruco drogadicto, perdoné a todos y a este hombre no lo pude perdonar, aún cuando Jesús ya me había perdonado. Tengo perdón pero no lo merezco.
Salgo de la iglesia cabizbajo y camino sin rumbo fijo. Llego hasta la calle que corre aledaña a las vías del tren. Las mismas por las que horas antes me ayudaron a salvarme de los tránsitos. Camino rumbo a la Aquiles. El día ya declina y me pregunto si de verdad ese fotógrafo ajedrecista loco llamado Stanley Kubrick, ¿estará orgulloso de mí? ¿A quién demonios le interesa? No lo sé y nunca lo sabré. Esperaré al tren. Me siento en la banqueta. No hay luz. Unos chicos juegan fútbol en la calle.
El tren, oigo el pitido del tren. Mi perdición y mi pasaporte fuera de este mundo. Tranquilamente me paro y me coloco sobre las vías acostado. La Biblia sobre mí. Cierro los ojos y pienso en toda mi vida elegantemente desperdiciada, sin ningún sentido. El tren cada vez más cerca, 500 metros, 300 metros,… En eso, abro los ojos y veo alguien enfrente de mí, las luces no me dejan ver, pero por su silueta parece ser una mujer. Unos carros se detienen enfrente de mí y oigo una voz que me dice:…
FIN
ESTA HISTORIA no CONTINUARÁ.
No olvides comprar el soundtrack de esta película imaginaria, disponible en CD.
TRACKLIST
1.- Love in vain - The Rolling Stones
2.- Mysterious Ways - U2
3.- Me and the devil blues - Robert Johnson
4.- Voy a morir - Real de Catorce
5.- El Virrey - Real de Catorce
6.- Search and destroy - The Stooges
7.- Down on the street - The Stooges
8.- Always crashing in the same car - David Bowie
9.- Sad Song - Lou Reed
10.- March of the pigs - Nine Inch Nails
11.- Michelle - The Beatles
12.- Closer - Nine Inch Nails
13.- Viernes 3 AM - Charly García
14.- Headlike a hole - Nine Inch Nails
15.- Let the light from the lighthouse shine on me - The Venice four whit Rose Stone and The Abbot Kinney Lighthouse Choir
16.- Precious Lord - Queen Ester Marrow and The harlem Gospel Choir
17.- When the Saints go marching in - Golden Gate Quartet
18.- Amazing Grace - Hamlet Márquez Band
19.- Naranja reynosense - Hamlet Márquez Band
20.- Observatory Crest - Captain Beefheart and His Magic Band
21.- Abide with me - Perry Alleyne.
A LA MEMORIA DE STANLEY KUBRICK ( 26 DE JULIO 1928 - 07 DE MARZO 1999)
jueves, marzo 09, 2006
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6 comentarios:
Genial, maestro, simplemente genial.
Kubrik te inspira como ningún otro...
Mas que Kubirk creo que Burgess estaria orgulloso
¡cabron! buena novela, me duelen los ojitos pero valió la pena
(quemate el soundtrack ¿no?)
Estoy sonrojado, por los halagos. Y si, depues me di cuenta que más parece un homenaje a Burgess. Lo que pasa es que la película que más me gusta es Naranja Mecánica y este cuento está inspirado en ella. Saludos a ambos y a nadie.
Ya por fin lo leí!!! No te da gusto????
Oye? está chidoliro, eh?
La parte esa de "el soundtrack de su tortura", me recordó a una escena de SPUN: cuando el junkie ese cada que se coge a la stripper, la esposa y le pone la misma canción una y otra vez a todo volumen.
Mañana lo leo de nuez
Saludos :)
Nononono, la pelicula se acerca más, pero el nadsat no se compara. ¿Te rascabas los rasoduques para sacar el cuento? Yo adoro al pequeño Alex, el encerrado en el siny y el de la novela, este último me da esperanzas. En fin. He ahi una visión del surrealismo que vivimos.
Ana. Lo que mas deseaba era saber tu opinión ya que eras la que más me estaba apurando. Que bueno que te haya gustado.
Laura, gracias por tus comentarios.
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