domingo, marzo 02, 2008

LOS NIÑOS Y LOS BORRACHOS NUNCA DICEN LA VERDAD


CUENTO

INTRO

Se llamaba Sandra. Ese nombre siempre me ha perseguido como una bendita maldición a lo largo de mi existencia. Para variar, tenía que apellidarse Hernández como ustedes YA DIRAn rápidamente el nombre a quien me estoy refiriendo; y, en el colmo de las coincidencias, su segundo apellido es igual al de mi segundo nombre (Antonio).

¿Por qué será siempre lo mismo? Las mujeres que no me interesan y que no me gustan, se me pegan como abejas a la miel. Platico con ellas hasta por los codos, muchas veces llegando al límite de pláticas idiotas y estupidas (algo que detesto).
Al contrario, las morras que me gustan…ahí cambia todo. Parezco un chico de secundaria. Me muero por hablarles, y cuando estoy frente a ellas no les digo nada. Pongo mi clásica cara de pendejo como diciendo: “NOMEINTERESASENLOMASMINIMO”.
Ellas me miran, y me hago el idiota que no las veo, agacho la mirada o volteo a otro lado.
Neta, mejor no les cuento lo que hago o no hago porque sería autorebajarme más de lo que ya estoy haciendo ahorita.

Bien, resulta que por más faramallas que hacía, Sandra nomás no se daba cuenta de que alrededor suyo existía un ser llamado Jesús Antonio Hamlet Márquez Gómez, cuya vida giraba y orbitaba en torno a la de ella. Yo era peor que una sombra, un cero a la izquierda, un ser invisible, un fantasma.

Sin embargo, mi alma se debatía. A diferencia de YHS, aquí las cosas eran diferentes. Sandra era casada, y recientemente acababa de tener su primer hijo.
Nunca la había visto. Estaba en el turno de la mañana, y de pronto la pasaron con nosotros a la noche.

PUNTO NÚMERO UNO:
Muchos me dirán: ¿qué importa que esté casada? Viéndolo así, pues que importa. La neta, deberían de ver el número de infidelidades en una maquiladora. Se podría decir que un 95% es infiel a sus parejas.
Hombres y mujeres por igual. A eso, habría que agregar que algunos infieles le son también desleales a sus amantes a escondidas (y todavía tienen la desvergüenza de exigirles fidelidad hacía ellos cuando es una palabra que no conocen). Otros, les ponen el cuerno a sus esposos (as) en sus propias narices.

No sé, mis ideas son diferentes. No me espanto de ello, aunque no comulgo con la infidelidad, pues a mí este rollo se me hace muy hipócrita.
Por ejemplo, tengo una novia o estoy casado, vengo y le digo a mi pareja que la quiero, que la amo, que es el amor de mi vida, que es la mujer más maravillosa del mundo, que no la cambiaría por nada del mundo, que sin ella me moriría…y, luego a escondidas vengo y la engaño con otra chava. Quizá mi novia (si es fiel), en el momento en que abrazo, beso, me río, le hago el amor a la otra chava, y le digo que la amo, esté pensando en ese preciso momento en mí, como un buen hombre, un ser fiel, leal, honesto, verdadero, cuando en realidad soy todo lo contrario.
Luego llegas con tu pareja y te paras frente a ella con esa máscara espantosa de la hipocresía.

Aquí va mi teoría y postura muy a la europea: el problema no es que andes y ames a cuanta persona se te ponga enfrente, sino que tengas una pareja a la cual engañas jurándole fidelidad. El problema es no mostrar tus posturas y tus cartas desde el principio. Hablar claro en pocas palabras.

Decir por ejemplo, mira, mi corazón es muy grande. Te amo, que de eso te quede la menor duda, pero al mismo tiempo puedo amar a dos o más personas. Espero me comprendas y aceptes. Si ando con alguna más, también la amo a ella, y no dejo de amarte a ti. Ella sabe de tu existencia, y sabe que tú sabes de ella, y lo acepta sin ningún problema. Y, tú, puedes andar y amar a las personas que quieras. Por mi no hay problema, no dejaré de amarte.
Sí, ya sé que eso devalúa el amor, pero es mil veces mejor decir la verdad que andar de hipócrita.

PUNTO NÚMERO DOS:
En el corazón no se manda. Por más que intenté no enamorarme de ella, no pude evitarlo. Ahí voy como oveja al matadero, aunque a diferencia de las ovejas, yo sí sabía a donde iba.
¿Qué podía hacer? Estaba dispuesto a mandar todo al carajo, pero de pronto como subida del infierno me llegó esta frase de Eusebio Ruvalcaba, mi diablo de cabecera: “Enamórate lo más que puedas, las más veces que puedas, y entrégate por completo. No tengas miedo del sufrimiento, porque en esa misma medida vas a disfrutar la cadencia amorosa, y menos te preocupes si aquella chava te manda al diablo. Tú te clavaste y eso es lo que importa”.
Seguí su consejo, al menos a la mitad. Me enamoré completamente de Sandra, sin reservas, aunque todavía falta la parte donde me mande al diablo.

PUNTO NÚMERO TRES:
¿Qué hacer? No lo sé. La realidad es que Sandra me gustaba (y me sigue gustando) horrores. No hay duda de mi amor y admiración hacía ella, pero, no es que tuviera miedo de que fuera casada (ver las estadísticas). Si fracasaba sería por mi torpeza, o porque ella no quisiera conmigo, pero no creo que fuera por fidelidad, o tal vez sí.
No tenía mucho de haberse casado con el pelado. Ella es muy joven, y me imagino que no anduvo mucho tiempo de novio con él.
Aquí vienen dos lecturas:

A) Eso demuestra inmadurez. Un amigo al que le dicen el Pollo me lo dijo: “esas chavas son más fáciles por su inmadurez”. Puede ser, eso casi siempre sucede, y es el motivo de fracasos y divorcios en el futuro: no conocerse bien, agarrar al primer pelado que se te ponga enfrente y te hable bonito, o quedas embarazada y ya ni modo, ya te amolaste.

B) O lo contrario. Si realmente amas a tu pareja, esos primeros años son los más maravillosos de tu vida matrimonial. No existe nadie más que él. Eres inocente y entregado (a). No sabes nada de traiciones, engaños, infidelidades. Eso es para los que no se aman, para los viejos, los desilusionados, los defraudados, los hastiados, los rutinarios. No, ahorita no. Cada día es diferente, tienes a tu lado lo que siempre habías querido, y lo amas más que nunca. Él es para ti, y tú eres para él exclusivamente.

¿Para adivinar cual es su postura?
Pero, eso es por parte de ella, ¿y mi parte? ¿De verdad podría jactarme y sentirme orgulloso de ser el primer hombre en la vida de ella, fuera de su matrimonio? El hombre que quizá resquebraje su hogar, su mente, sus ideas, el hombre que la corrompa, y que la haga engañar a su marido, ese al que muchas veces seguramente le ha dicho que lo ama.
Sí, quisiera andar con ella, pero no quisiera ser el hombre descrito líneas atrás.
Oh Sandra, ¿Por qué no te conocí antes?

I UNA FICCION REAL.

Como soy medio cobarde, y ya había hecho de todo y nomás nada, decidí intentar un método indirecto para que ella de una vez por lo menos se enterara de todo lo que siento por ella.
Lo correcto era decírselo yo mismo, pero por miedoso y por experimentar algo que siempre he deseado sentir, inventé un plan muy divertido.
Resulta que Sandra es amiga de una enana de circo llamada Ayram*, la cual está fea, pero se cree la gran cosa.
Bueno, a Ayram ni quien la pele. Resulta que a su esposo (otro enano de circo), lo transfirieron a nuestra planta, y cayó junto con otros acompañantes en la línea en la que yo estoy.
Adalberto* (así se llama), es el clásico veracruzano folclórico (dije el CLÁSICO, no todos los veracruzanos son así), muy amigable y medio campesino. Total, a diferencia de su ruca engreída, el morrillo me cayó bien.
Y, aquí viene lo bueno. En una noche de insomnio, después de quebrarme el coco resolviendo unas malditas ecuaciones cuadráticas, escuchando a Simon & Garfunkel, a Phil Spector, Ray Charles, Sam Cooke, James Brown y esas maravillas de Getz/Gilberto (Chica de Ipanema, y Desafinado incluidos) y Miriam Makeba, me puse a tramar un plan, para hacerme amigo de este pelado

Imaginé entonces lo siguiente:
Me hago amigo de este buey. Hablamos de futbol y de películas. Le ofrezco unas de terror que tengo ahí. Todo bien, acepta y se gana mi confianza. Lo invito a mi casa a ver unas movies (rogando a Dios que no acepte). No acepta porque no le rogué mucho.
Me autoinvito a su casa y él acepta. Acordamos el día. Un sábado en la tarde. Me comprometo a llevar algo de comer.
Llega el día. Llevo pollo asado, y para su pequeña hija una paleta payaso y un mamut a la polar.
Llego a su casa. Allí está la fodonga de su vieja en su estado natural, exhibiendo su fealdad en pleno. Me recibe hipócritamente amable porque soy amigo de su viejo. Le correspondo de la misma hipócrita manera porque soy amigo de su viejo.
Hago entrega de los regalos lo cual surte el efecto de ablandarla y se nota que cambia su percepción hacía mí.
Vemos una movie de terror. La Serpiente y el Arcoiris del maestro Wes Craven. A todos nos espanta. Llevo también la del Mago de Oz para la niña, pero la dejamos para que la vean le domingo en familia.
Por lo pronto, hora de cenar. Comemos y llega lo esperado por mí: Las cervezas.
Me hago del rogar diciendo que no tomo (lo cual es verdad), pero sabiendo como es el clásico veracruzano folclórico (dije CLÁSICO, no todos los veracruzanos son así) que a fuerza te quieren hacer tomar, pues total acepto tomar una cerveza.
Al fin, en mis experimentos caseros, ya van como tres veces que me he tomado una cerveza y no me ha pasado nada, no creo que me vaya a suceder algo si me tomo dos o tres, no más. La única vez que me emborraché de verdad fue con el mezcal artesanal que Gisela me trajo de Oaxaca en un jarrito. Me imagino que era sólo de adorno, y que tenía años fermentado porque me tumbó, pero para nada afectó mis sentidos.

Bueno, tardé una eternidad en tomarme la primera, y efectivamente no pasó nada. Adalberto dijo que me tomara otra. No quise, pero deje que me convenciera con eso de que si ya me había tomado una, pues nada pasaba si tomaba otra.
En eso, la plática pasó del futbol a las mujeres. Allí estaba la metiche y chismosa de Ayram. La cerveza no me había afectado en lo más mínimo. Me sentía excelente. Entonces lo que hice fue fingir que ya estaba borracho con dos cervezas, y empecé a confesarme delante de ellos. En exclusiva, Adalberto y su ruca se enteraron de mi amor imposible hacía Sandra.

No sé que iba a pasar, lo único que sé es que deje bien claro mi amor hacía ella y mi desesperación por no poder hacer nada. Ya sabía que el lunes Ayram le iría con el chisme a Sandra.
Para dejar bien en claro que estaba bien embriagado, me tomé una tercera cerveza, y realmente me sentía bien, un poquito mareado, pero no tanto para hablar incoherencias como hacen los borrachos, y sabía que podía pararme, correr, saltar, brincar sin ningún problema si quisiera, pero ellos se estaban tragando el cuento de que yo estaba realmente borracho con tres cervezas, en cambio, Adalberto ya llevaba doce y él si ya mostraba los estragos del alcohol.

Bueno, después de que desembuché todo, dije que iba al baño, y al momento de pararme, me deje caer deliberadamente al suelo, y allí me quedé haciéndome el inconciente, aguantándome la risa, y escuchando a Ayram asustada, y a Adalberto, briago de verdad creyendo que yo ya estaba bien pedo. Lo último que pasó es que Alberto con la ayuda de Ayram me subieron al sofá. Me taparon con una cobija azul (que olía a niño), y Adalberto ordenó a Ayram que me quitara los convers. Ella no quería, pero el se lo volvió a repetir y ella no tuvo más remedio que obedecer.
Ella se fue a dormir y Adalberto se quedó tomando las últimas tres cervezas sobrantes. Apagó la luz y se fue trastabillando a dormir.

Me desperté temprano, y me encontré a Ayram más fodonga que el día anterior. Yo Traía mi cámara y me daban ganas de tomarle una foto y subirla al blog, pero pues eso era una misión imposible.
Me levanté, fui al baño y me despeiné. Adalberto todavía dormía, sus ronquidos podían escucharse un kilómetro a la redonda. Me despedía entonces de Ayram, y tuve el descaro y atrevimiento de darle un abrazo, pero no dijo nada, como que le gustó porque se me repegó y nomás no me soltaba. Ya al soltarme sólo me aventó una sonrisa.

II UNA REALIDAD FICTICIA

La realidad será más corta porque apenas y puedo escribir.
Todo iba bien. Me hice amigo del pelado. Me invitó a su casa de Infiernavit en Balcones de Alcalá. Llegué después de dar mil vueltas porque todo está enredado y todas las casitas se parecen entre sí.
Después de llegar, todo transcurrió como lo planeé hasta la hora de las cervezas.
Como les dije, nunca he tomado más de una cerveza, esta vez fueron cuatro. Hablamos de política, de la reina Isabel, de futbol, y de mujeres. Sin embargo, a la segunda cerveza yo ya andaba todo mareado y no aguantaba el dolor de cabeza. Dicen que me puse a hablar como perico y decía cada incoherencia (“estos parecen cocodrilos, pero no son cocodrilos”). Nunca dije nada de Sandra, y me puse agresivo e insoportable. A fuerzas quería tomarle una foto a Ayram. También le dije a Adalberto, enfrente de su ruca, que me gustaba Ayram, y que estaba bien buena, que lo envidiaba, y que porque no hacíamos un menage a trois.
Lógicamente no me entendió. Le tuve que explicar, y zas, que se arma el escándalo. Me empezó a decir de cosas, no me quedé callado, y le reviré diciéndole hasta de lo que se iba a morir. La gota que derramó el vaso fue que abrí una cerveza, le di un gran sorbo, me puse enfrente de Ayram, y le escupí la cerveza en la cara mientras le decía: “pinche vieja guanga, ni que estuviera tan buena”.
Ella me dio una cachetada, entonces vine y la tomé de su pelo y ya le iba a plantar un beso como en las películas, pero entonces llegó Adalberto agarrándome del pelo, y tirándome al suelo me empezó a patear.
Todo sangrado, él me pidió que me parara. No podía pararme pero lo hice para que me diera nuevamente otra madriza.
Yo no podía hacer nada, y me desquité tirando su televisión de plasma (que de seguro sacaron en pagos por Famsa) la cual se hizo añicos.
Uta, eso motivó otra golpiza más peor. Después, arrastrándome por el suelo me aventó de una patada a la calle, y cerró la puerta. Unos segundos después la volvió a abrir mientras me aventaba las películas sobre mi cabeza.
Hacía un friazo y no podía moverme ni levantarme. Así estuve como unas dos horas, hasta que recobré el sentido, me paré y empecé a vociferar y armé un nuevo escándalo: “¡Sal de ahí cobarde, maldito maricón!” y como no salía, tomé una piedra y la estrellé contra la veintiúnica ventana que tenían enfrente.
Eso fue el colmo, una nueva golpiza. Ya mero me mataba, pero alguien avisó a la fucking police de que dos borrachos escandalizaban en la vía pública a altas horas de la madrugada y no dejaban dormir a los vecinos.
En eso llegó quemando llanta y haciendo mucha pantalla una patrulla de la fucking police. Uno de ellos muy gandalla nos separó y subió a la camioneta directo a la cárcel.
Por la gravedad del asunto, fui llevado al hospital, pero gracias a mis inmerecidas influencias (es lo bueno de tener un blog) fui dado de alta del hospital y no pisé ni un instante la cárcel.
En cambio, al pobre Adalberto, lo tuvieron tres días encerrado hasta que logró pagar la multa.

Ya se imaginarán como me odiaron él y su vieja ogra. Todo se había salido de control, y nada salió como lo tenía planeado. Total, que me disculpé con él y su esposa. No quise que pagaran los gastos del hospital como los obligaban. Le dije que yo pagaría la multa, y también la televisión y la ventana. Así todos quedamos en paz
Moraleja: Nunca jamás vuelvo a tomar porque hablo cosas de más, invento cosas que no son ciertas, o por lo menos no tomaré delante de otras personas. FIN.

EPILOGO

Al momento de escribir este cuento de la vida real. Sandra ya me había mandado al carajo. Al menos ya sabe que me gusta, y que no soy hipócrita como sus amigos que la rodean, no le dicen nada, pero si pudieran no dudarían ni un instante de ya saben que con ella.
Maldito febrero, van tres mujeres en mi vida que me mandan al diablo en este mes.

3 comentarios:

Mike dijo...

Y las que te faltan...

Yamile dijo...

Vaya cuantas estratagemas en esta historia mismo Amelie jaja, bueno fuerza contra las mandadas al diablo!!!... Saludos Hamlet ya te estaba extrañando amigo, contigo me pasa como al perro con el clavo, me molestas lo suficiente como para quejarme pero no lo suficiente como para alejarme jajaja abrazosssss...

Amenazza dijo...

Ese... por acá sigo. No he muerto, pero la pereza me tiene jodido.
Abrazo.